En la vida, nadie regala nada. Sin embargo, vivimos en una sociedad donde el éxito a veces se ve con cierto grado de sospecha. Hay quienes piensan que el éxito, lejos de ser fruto del compromiso, en realidad depende de la influencia de terceros o incluso de algún tipo de suerte o destino que, de vez en cuando, nos bendice con su varita mágica.
Tal vez es cierto. Es posible que las influencias fuertes sirvan para hacer que determinadas personas lleguen a determinados puestos sin tener las habilidades adecuadas. Sin embargo, el talento existe y, en general, nadie regala nada en la vida.
Si alguien triunfa profesional o personalmente en un área determinada, es en la mayoría de los casos por tantas noches de insomnio, esfuerzos diarios, sacrificios y esas constantes batallas en las que no hay lugar para la rendición.
Porque en la vida, como todos sabemos, nada cae del cielo. Pese a ello, hay quienes se limitan a soñar, a esperar «que sucedan cosas» por un capricho del universo.
Otros, en cambio, saben que, para lograr un sueño, solo hay una fórmula mágica: el trabajo.
Te invitamos a reflexionar sobre el tema.
Nadie regala nada: estoy donde estoy gracias a mi esfuerzo
Víctor Hugo argumentó que «el destino baraja las cartas, pero es el hombre quien juega «.
Cualquiera que piense que la felicidad de uno de nuestros amigos o la promoción del vecino se debe solo al azar, está muy equivocado.
Mucha gente se esfuerza por encontrar explicaciones a la autosatisfacción y esconde así una evidencia: la molestia de ver que los demás son mucho más felices que ellos.
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Puede resultar un poco sorprendente, sin duda, pero detrás de esta realidad hay procesos psicológicos muy interesantes. A continuación, explicaremos aspectos importantes del éxito y la envidia.
El doble hilo de la felicidad ajena
“Quiero que seas feliz, pero no más que yo”. Esta idea sin duda resume lo que sentiría un «falso amigo» al vernos vivir la vida que soñamos.
Si has notado en alguna ocasión que algunos de tus conocidos adoptan esta actitud, vale la pena entender por qué.
- Hay quienes necesitan tener cierto dominio sobre su círculo más cercano. Este control también se basa en la igualdad de condiciones. Si alguien sale de este equilibrio, se lo ve con cierta timidez.
- Esta necesidad de control esconde una baja autoestima. Si todos los que me rodean están tan enfermos como yo, entonces no se enfatizan mis defectos, hay igualdad de condiciones.
- Pues bien, cuando alguien encuentra trabajo, pareja o triunfa en un determinado campo de su vida, la otra persona se ve ensombrecida o más bien se destacan sus carencias y debilidades respecto a las cualidades de quienes, con gran esfuerzo, consiguió sus logros. metas.
La perseverancia siempre vale la pena: haga oídos sordos cuando alguien diga lo contrario
“¿Quieres competir por ese trabajo? ¡Pero si ya está todo decidido y se necesita una recomendación! » “¿Te enamoraste de esta persona? Está fuera de su alcance, ¡no pierda el tiempo! «
- Todos hemos escuchado tales frases al menos una vez. Puede cambiar el escenario, el contexto y las voces, pero el propósito es siempre el mismo: cortar las alas, apagar los sueños y, por qué no, evitar que seas más feliz que una persona en particular .
- Está claro que debemos ser realistas ya que, en determinadas ocasiones, es cierto que construimos castillos en el aire.
Sin embargo, cuando nuestro objetivo es claro, lógico y posible, debemos hacer todo lo posible para lograrlo.
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El esfuerzo diario es un reflejo de la perseverancia. Quien no invierta tiempo, emociones, deseos y cada una de sus células, nervios, neuronas y latidos en un determinado objetivo, no tendrá éxito.
Porque en la vida, como sabemos, nadie regala nada.
La única actitud que importa es no darse por vencido: nadie da nada en la vida
Junto a la perseverancia y el esfuerzo diario, se suma una actitud inmejorable: la de no «darse por vencido».
- Aquellos que están ansiosos por alcanzar una meta no solo trabajan, no solo invierten tiempo. A su vez, también tiene que hacer frente a muchos condicionamientos externos.
- No solo están los falsos amigos antes mencionados, los llamados «asesinos de sueños», también está la propia empresa, sus estructuras, sus puertas traseras, filtros, muros… y, por supuesto, los obstáculos en los que siempre cruzar.
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Debemos resistir. Cuando una persona cree que es capaz de lograr algo, tiene que luchar en estos océanos convulsivos donde todo el mundo sigue flotando. Porque a veces no basta con tener talento.
A veces es necesario tener un corazón fuerte y una mente noble, fuerte y decidida.
Solo así lograremos el éxito que nos merecemos.